LECTIO DIVINA: DOMINGO VIGÉSIMO OCTAVO DEL TIEMPO ORDINARIO (Mt 22, 1-14)

¡¡¡A TODOS LOS QUE ENCUENTREN CONVIDADLOS A LA BODA!!!




CONTEXTO
En este texto vamos a meditar parte de una sección de controversias que comienza cuando el sumo sacerdote y los ancianos le preguntan a Jesús “¿con que autoridad haces esto?” y Jesús responde “el Bautismo de Juan, ¿de donde era? ¿Del cielo, o de los hombres?” Cuando sus críticos rehúsan contestarle, Jesús también rehúsa contestarles a ellos. Entonces contesta con tres parábolas del juicio: la parábola de los dos hijos (21: 28-32), la parábola de los labradores malvados (21:33-46) y la parábola de la fiesta de bodas (22:1-10). La invitación que nos hace Jesús a participar del banquete es porque quiere que todos nosotros participemos de él. Él continuamente nos está invitando a este banquete del Reino de los Cielos, a vivir y disfrutar de su propia vida. Para ello no obliga, ni presiona, solo invita; tampoco excluye a nadie. Pero nosotros muchas veces endurecemos nuestros oídos para no escuchar esta invitación.



EL TEXTO: Mt 22, 1-14.
En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: <<El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebra la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Vengan a la boda”. Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos.
El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Vayan ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encuentren, convídenlos a la boda”. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entro a saludar a los comensales, reparo en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?” El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: “Atenlo de pies y manos y
arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Porque muchos son los llamados y pocos los elegidos>>.


¿QUÉ DICE EL TEXTO?
La parábola ha sido contada por Jesús en Jerusalén, en las vísperas de su pasión y muerte. El Reino de los Cielos, dice Jesús, se parece a un rey que organiza el banquete de bodas de su hijo. Cuando todo esta listo, manda a unos criados para que << llamen a los invitados>> (<<llamar a los llamados>>, es como se expresa el texto griego).
Quizá quiera subrayar que el rey ha confeccionado una lista de huéspedes que, de alguna manera, ostentan algún título para ser invitados. De todas formas, está claro el título claro (trato) de reconocimiento y benevolencia concedidos por el rey. La <<voluntad>> de los invitados no es solo de rechazo. Algunos tienen otros intereses en los que pensar- atender a los asuntos personales- y no quieren perder tiempo. Y otros tienen intenciones hostiles: maltratan y matan a los criados del rey. Estos últimos no solo muestran indiferencia al rey, sino que actúan violentamente. Y, a su vez, el rey reacciona con dureza (cf. V. 7).
Entonces comienza la segunda parte de la parábola (vv. 8-10).
El rey actúa con una sensibilidad bien diferente a la mostrada con los primeros invitados. Amplía la invitación, extensiva a <<todos los que encuentren>> (v. 9), y los criados invitaron <<invitaron a todos los que encontraron, buenos y malos>> (v.10). La parábola desvela el corazón del <<Padre celestial, que hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos e injustos>> (Mt. 5,45). El banquete pierde el sentido elitista y la <<llamada>> adquiere decididamente un alcance universal. La sala se llena de comensales.
Para comprender la tercera parte de la parábola (vv. 11-14), el rey que entra para <<ver>> a los comensales y encuentra a uno de ellos sin traje de boda; es necesario recordar que, en Oriente, el anfitrión (rey que <<invitaba a los invitados>>) les proporcionaba habitualmente el traje de la boda. Si este es el caso, el invitado no ha aceptado la vestidura y ha entrado rechazando el gesto amigable del rey, casi imponiéndole su presencia.


¿QUÉ ME DICE EL TEXTO?

Me fijo en Jesús:
Jesús que hace la misma invitación a sus seguidores para escuchar, acoger y practicar su mensaje que sacia y da vida.
Un Dios que continuamente me invita para participar en la celebración de la eucaristía y la Palabra en unión amorosa. Dios que pone los medios para
invitarme a participar de su alegría y me interroga sobre a respuesta que estoy dando a esta invitación.


Me fijo en los siervos:
La disponibilidad en la escucha de los mandatos de Dios y actuar para su cumplimiento. El cumplimiento de los mandatos del Señor exige valentía, convencimiento y entrega total de la propia vida.


Me fijo en los convidados:
Acaso soy indiferente, actitud de rechazo e incluso estoy matando estas invitaciones con el hecho de endurecer mi corazón y cerrar mis oídos a este llamado.

Descubro que el Reino de Dios es un don, que no lo merezco. Es gratuito y que parte de la iniciativa de Dios. Extendida a todos, mujeres y hombres, malos y buenos. Don que se distribuye y se comparte exigiendo humildad, caridad y servicio a mis hermanos que es el vestido de fiesta que Dios da a cada uno para entrar en su Reino.
¿Cómo discípula, estoy consciente que el banquete del Señor me compromete a servir a los demás y me prepara para la vida eterna? ¿Cuál ha sido mi respuesta a esta invitación?


¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO?
Señor Dios nuestro, en este día donde una vez más nos revelas la grandeza de tu amor inagotable hacia cada uno de nosotros tus hijos, tus siervos y tus convidados en las bodas de tu Hijo amado. “Haz que no seamos sordos a tu voz”, abre nuestros oídos para poder escuchar tu mensaje de amor que continuamente nos llama para compartir tu felicidad, ayúdanos a entender que tu Reino es un don y que no lo merecemos pero “por tu misericordia que es más grande que los cielos” no te cansas de atraernos hacia Ti.
Ilumina todos nuestros sentidos para dar respuesta coherente a lo que decimos y hacemos, por tu misericordia sácianos de tus multiformes gracias que son vida y alimento que sacian nuestra sed de ti y tu Reino.
Ayúdanos a acatar lo que implica participar de tu banquete, danos un corazón humilde y abierto, para amar cada vez más como tú nos amas.

GLORIA HERNÁNDEZ 
Novicia MAR

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